Dios es la fuente de toda vida. El Creador de todas las magníficas maravillas de la naturaleza. El dador de todo lo bueno. El juez de todas las personas. El director de nuestras vidas.
Él es quien nos llama a vivir en la verdad y el amor y a apartarnos del egoísmo y la maldad. Él enseña a las personas a amarse y perdonarse mutuamente. Él combate la injusticia y nos llama a traer la justicia a la tierra.
Él hizo la tierra para que fuera un lugar de pureza, alegría, salud, felicidad y bondad.
En Dios no hay lugar para la injusticia ni para el mal. Él consume el mal con un fuego que nada puede extinguir. Él es el gran temor de los poderes de las tinieblas. Y es la alegría intensa de todos los que hacen el bien.
Tiende sus manos con el perdón a todos los que acuden a Él con sinceridad. Él da un nuevo comienzo. Elimina nuestro pasado y nos da un corazón nuevo. Un corazón que Él mismo pone dentro de nosotros. Un corazón de amor y de bondad.
Dios no es una religión, sino una realidad.
Es el ser más odiado que existe, porque ve toda la deshonestidad y el egoísmo ocultos en el corazón de las personas. Eso enfurece a la gente. No quieren que su maldad interior quede al descubierto.
Todos quieren aparentar que son buenos. Pero a la luz de Dios, se muestra lo malvados que son nuestros corazones en lo más profundo. En el fondo vivimos sólo para nosotros mismos y no nos preocupamos realmente de los demás necesitados.
Dios nos invita a entrar en su luz para que reconozcamos cómo es realmente nuestro corazón. Cuando lo reconocemos, recibimos el perdón y Él nos da un corazón nuevo.
Entonces ya no tenemos miedo de Dios ni estamos enfadados con Él. Entonces estamos agradecidos y alegres. Porque sabemos que reconocer nuestras propias faltas nos libera de ellas. Entonces somos nuevos.
Dios no se ha escondido de la humanidad. A lo largo de los siglos, ha enviado una y otra vez a sus portavoces. Los llamamos profetas. Su mensaje era siempre el mismo:
aléjate de tus caminos equivocados y vuelve al Creador. Vive en su amor y su bondad.
A lo largo de todos los tiempos, los portavoces de Dios fueron invariablemente rechazados. La gente no quiere oír que tiene que cambiar. Sólo quieren oír que están bien. Por eso la mayoría de los profetas de Dios fueron asesinados y los demás rechazados. El hombre no quiere ser llamado al arrepentimiento.
Finalmente, Dios se mostró de la manera más perfecta al enviar a Jesucristo. Jesús fue odiado y temido por los líderes religiosos. Desenmascaró a los líderes espirituales como egoístas llenos de orgullo que viven sólo para su propio honor. Hacen cualquier cosa para impresionar a la gente. Quieren ser considerados «exaltados» por todos. Pero no tienen amor por la gente corriente. Sólo amor por ellos mismos. Jesús desenmascaró sus corazones egoístas y, como consecuencia, fue ferozmente odiado por ellos.
Pero sanó a todos los enfermos y expulsó de ellos a los demonios. Mostró que Dios es un Padre amoroso que nos quiere en sus brazos de amor. Los que son orgullosos no pueden recibirlo. Pero los de corazón humilde experimentan el tremendo amor que Jesús nos tiene.
Jesús hizo lo impensable que nadie creía posible. Dio su propia vida como rescate por la humanidad. Incluso por las personas que buscan el mal y corren tras su propio honor. La gente que se enorgullece y pretende ser la bondad misma. La gente que piensa que no necesita a Dios. Jesús murió por todos nosotros. Recibió el castigo que merecíamos. Eso fue impensable. Increíble. Pero lo hizo.
De este modo, eliminó todos los obstáculos que se interponen entre Dios y el hombre. Nuestra culpa ha sido eliminada. Podemos ir al Padre Celestial sin miedo ni vergüenza, que quiere abrazarnos como a sus preciosos hijos.
Dios no es una religión. Él es puro amor. Verdad pura. Verdadera libertad. Vida abundante. Paz profunda. Felicidad intensa. Curación completa. Esperanza en el futuro. Valor para perseverar. Fe para vencer. Él es todo lo que necesitamos.
No luches contra él. No luches contra tu Salvador. No te opongas a quien se entregó por ti.
Jesús no vino a establecer una religión. Vino a traer a la gente de vuelta al Padre que es puro amor y bondad. Vino para quitarnos la oscuridad y abrirnos un nuevo futuro.
Porque Dios tiene un sueño para este mundo. Un sueño de restauración de toda la creación y de liberación de la humanidad.
Un mundo nuevo lleno de bondad, verdad, amor y paz. Un futuro sin maldad ni injusticia. No más engaños que cieguen a todos, sino la verdad que abra los ojos de todos. No más nubes oscuras llenas de tristeza, sino una luz radiante de felicidad y alegría.
Ese es el sueño de Dios para nuestro mundo. A eso nos llama.
No más tarde, sino que comienza en nuestros propios corazones.
Aquí y ahora.
